domingo, 24 de enero de 2016

Entre tontos y gilipollas

Anoche cuando volvía a mi casa en Londres de trabajar me di cuenta que el mundo se está yendo un poquito a la mierda. Lo cierto es que no necesitas más que ver el telediario o cualquier informativo para confirmarlo y a veces ni eso. En los medios salen las desgracias, obra de intereses económicos, rara vez religiosos y en su mayor parte de ansias de poder. Pero fuera de esto te das cuenta que no son solo gobiernos, empresas u otros entes los que con sus acciones están convirtiendo el mundo en un lugar menos apetecible, sino que somos nosotros, como seres humanos y uno por uno. Cuento el porqué de todo esto:

Pasada hora y media la medianoche londinense. Un autobús, el típico de estas tierras, rojo, dos plantas, un vehículo normal. A su paso por Stratford, parada multitudinaria en la noche y lo cierto es que también por el día. Ya se han montado todos y cada uno de los que debían montarse rumbo a su hogar o a la cama de alguien. No había andado ni cinco metros el autobús cuando se detuvo y una señora empezó a aporrear la luna del vehículo. El conductor no hizo nada, ni tan siquiera abrió la boca, únicamente espero a que aquella mujer se cansase y continuo con la marcha. La razón de los golpes, ni idea, una vez se desplazó el autobús con el fin de seguir el camino pude ver como una señora de raza blanca con una bolsa en la mano la emprendía a golpes con otra pareja en mitad del asfalto, mientras a su lado había un hombre fuerte, con poco pelo y la crisma abierta, le fluía la sangre, recorría todo su rostro el cual tenía bañado. El bus continuo su camino. Hubo alguno del autobús que aquello le hacía gracia, yo sin conocer a ninguno allí presente, me daban tanto unos por la gresca, como el que reía, pena y vergüenza ajena.

La ruta llegó a mi parada y me bajé, apenas me quedaban cien metros para llegar a mi casa. Andaba yo la calle y me di cuenta del sonido de una furgoneta blanca con el motor encendido y las luces apagadas. Dentro de ella se encontraba un hombre, de color blanco sin camiseta tumbado en los asientos delanteros, probablemente dormido, con la ventanilla un poco bajada y supongo que la calefacción del auto puesta. Esto me llevó a pensar si se trataba de una persona que no tenía casa o más bien había discutido con su pareja y decidió o por voluntad propia o sin ella no dormir bajo el mismo techo de alguien que no compartiera su punto de vista. Podría ser cualquier cosa.

Si piensas que antes de dormir, ves este tipo de cosas, la poca inteligencia que poseo mi invita a pensar que algo estamos haciendo mal si para solucionar los problemas de nuestras vidas seguimos recurriendo a los golpes y a la huida. La verdad es que últimamente la palabra que más me repito es que somos tontos y gilipollas. El mundo se va a la mierda a velocidad de crucero. 

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