Una tragedia sin más. No caben más adjetivos y rumores al
accidente de Germanwings. No hay certeza ninguna de que todo sobre lo que se
esté contando y escribiendo sea cierto. La única verdad es que hubo un accidente.
Ni tan siquiera los audios de la caja negra, que tantas luces parecen arrojar
dan para poner la mano en el fuego por una realidad que plantea tantas
preguntas.
Interrogantes hay muchos y cada uno lleva por un camino
diferente:
¿Por qué la última revisión de un avión estrenado en 1990 y
46.700 despresurizaciones es en julio de 2013?
¿Cómo el piloto puede salir de la cabina al baño de un
trayecto de viaje que dura dos horas?
¿Qué puede llevar a un copiloto de casi 28 años a acabar con
la vida de 150 personas y la suya propia?
¿Cómo es que ha aparecido la caja negra del Voice Recorder y
la carcasa del Flight Data Recorder pero no la caja donde se recogen todos sus
datos técnicos como velocidad, rumbo, altitud, comportamiento de los motores y
nivel de presurización?
Todos los medios quieren ser los primeros en descubrir qué
paso. Pero dudo mucho que lo lleguemos a saber con seguridad algún día. Ni las
palabras son atentado, ni suicidio, ni accidente. Quizá la magnitud de esta
catástrofe sea demasiado grande para que ninguna mente pueda comprender de
manera lógica qué sucedió.