¿Desde cuando le ha interesado a la prensa la boda de un
juez? Nunca, esa es la respuesta. ¿Alguien sabe algo de la boda del juez Ruz,
Bermúdez o del sancionado Baltasar Garzón? Pues no, y están todos los días en
la antesala de los informativos.
Casualidades de la vida y de el país, si el género del
magistrado es femenino la cosa cambia. Así ha ocurrido con la jueza Mercedes
Alaya, conocida por el caso de los ‘ERE fraudulentos’.
Todos los medios se han hecho eco de la renovación de sus
votos matrimoniales, como si la noticia tuviera algún interés para los
ciudadanos españoles. Medios como El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia, prensa de
denominación seria, se hacen eco de este evento al que no han sido invitados.
Hay quien diría que es un método de presión hacia la
magistrada con el objeto de intimidarla en su vida privada, pero más bien se
trata de una falta de educación y de respeto gravísima por parte de los medios
de comunicación. Una falta hacia su sexualidad y su vida privada, pues si en
lugar de ser mujer hubiera sido un hombre nadie se habría enterado del renovado enlace.
Este hecho denota la desigualdad existente aún entre hombres
y mujeres, y el estigma existente en nuestra sociedad por saber los detalles
más íntimos de una mujer a la que no le han temblado la mano para llevar a
prisión a altísimos cargos de la
Junta de Andalucía como se debiera hacer en las más altas
instancias de nuestro país, con otros políticos de similar calado.